Espíritu
y la realidad no pueden ser realidades separadas y distintas
De "La significación de la fenomenología de Husserl para la
reflexión de nuestra época".
Para todo ser pensante, el
"objetivismo" consiste en la convicción de que la verdad del mundo y
del conjunto del ser del mundo reside en lo que es enunciable en el sistema de
las proposiciones verdaderas de la ciencia objetiva.
La razón humana es entonces
considerada como el poder no de trazar el plan del mundo como un creador,
"pero sí de re-efectuar suficientemente este plan con la ayuda de los
conceptos que habitan en ella, para que luego se vuelva posible inmiscuirse en
el curso del mundo y transformarlo con un éxito calculable y cierto".
Desde esta perspectiva, dicha razón
humana no es considerada ya como el poder de captación de la verdad tal como es
en sí.
"Cada vez más, la razón es entendida en
su significación puramente instrumental para la auto producción del hombre en el
mundo que él produce".
Dualidad, alma y cuerpo.
"En Platón el alma es el
hombre, siendo el cuerpo un mero instrumento del principio espiritual".
Descartes legó el problema de la
"comunicación de las sustancias", al asignar al
"pensamiento" como la esencia del alma y a la "extensión"
como la esencia del cuerpo (res extensa). Al ser alma y cuerpo sustancias
completas, su unión debe ser obligatoriamente sólo accidental y exterior.
También, entre la persona y el
centro vital se concibe un vínculo dinámico y causal, pero no sustancial.
"Entre el espíritu y la vida bi-Polarizada
existe no sólo distinción y separación, sino también oposición violenta y
esencial enemistad". (De
su obra "El espíritu como adversario del alma").
Para la espiritualidad el espíritu
es cósmico, no pertenece a este universo, y es exterior y extraño al orden
vital, además es "intemporal" y "apolar" al no
complementarse vitalmente con ninguna otra realidad. Su doctrina tiene
connotaciones negativas de lo espiritual, afirmando la unicidad o singularidad
del espíritu, pues sólo se "ramifica" en cada persona.
Han sido denominadas doctrinas
"trialistas", pues ven en el hombre tres substratos distintos:
cuerpo, alma y espíritu. Este trialismo se manifiesta claramente, también, y en
la fenomenología trascendental de cada cátedra.
Existen otras corrientes de
pensamiento que postulan una relación del hombre a un solo principio, como los
idealistas que desvalorizan lo sensitivo (negación del valor cognoscitivo de la
sensación), o los materialismos, positivismos y empirismos, que llegan hasta la
negación completa de la especificidad de lo espiritual, al reducir la mente a
un simple epifenómeno de lo material (materialismo marxista o freudismo).
Mente y cerebro.
De "Matière et mémoire" de
Henri Bergson.
"De una manera general, el
estado psicológico se nos manifiesta, en la mayoría de los casos, desbordando
enormemente el estado cerebral".
"Así nuestro estado cerebral
contiene más o menos de nuestro estado mental, según que tendamos a
exteriorizar nuestra vida psicológica en acción o interiorizarla en
conocimiento puro".
Vida y ser.
Del texto "Introducción a la
filosofía" de Mandrioni.
"La vida no es una condición
del ser viviente".
El poder intrínseco de
autolimitarse, de auto transformarse, de auto formarse, de auto regenerarse a
partir de su intimidad, demuestra que existe en su misma esencia un vínculo
unificante y finalizante que sólo puede ser expresión de una directriz
inmanente al propio ser. "Por eso el valor "vida" se confunde en
los vivientes con el valor "ser". "Vivir para los vivientes es ser". "O sea, el
ser de ese existente denominado viviente, es vivir".
El ser viviente no es algo anterior,
posterior o ajeno a la vida; es la vida misma.
El mecanicismo materialista no
admitía un principio emergente distinto de la materia.
El dualismo platónico-cartesiano
suponía en el hombre la existencia de dos entidades distintas, espíritu y
materia, separada una de otra.
Los vitalismos admiten la existencia
de un principio distinto que dirige la materia. El aristotelismo-tomismo
identifica aquel principio vital con el alma, viendo en ella la forma
sustancial del viviente.
Aristóteles en su "Tratado del
alma" la define así: "El alma es la entelequia primera (o acto
primero) de un cuerpo natural que tiene la vida en potencia.
"La razón fundamental (de la
distinción entre seres vivientes y seres carentes de vida) es la presencia en
los primeros de una interioridad, espontaneidad o inmanencia, ausentes en los
segundos". (La inmanencia alcanza su cumbre en la vida cognoscitiva, sobre
todo en el ser dotado de conocimiento reflexivo). (Max Scheler, "El puesto del hombre en el cosmos").
Hay cuatro grados esenciales en que
se presenta todo lo existente, "desde el punto de vista de su ser íntimo y
propio".
En primer lugar, "las cosas
inorgánicas carecen de todo centro que le pertenezca de un modo
ontológico". "Toda unidad corpórea lo es sólo relativamente a una
determinada ley de su acción sobre otros cuerpos".
"En cambio, el impulso afectivo
de la planta supone un centro y un medio en que el ser vivo, relativamente
libre en su desarrollo, está sumido, aunque sin anuncio retroactivo de sus
diversos estados. Pero la planta posee "ser íntimo", y, por tanto,
está animada.
En el animal existen la sensación y
la conciencia, y, por tanto, un punto central al que son anunciados sus estados
orgánicos; el animal está, pues, dado por segunda vez a sí mismo.
Ahora bien: el hombre lo está por
tercera vez en la conciencia de sí y en la facultad de objetivar todos esos
procesos psíquicos. La persona, por tanto, debe ser concebida en el hombre como
un centro superior a la antítesis del organismo y del medio.
Dijérase, pues, que hay una
gradación, en la cual un ser primigenio, se va inclinando cada vez más sobre sí
mismo, en la arquitectura del universo e intimando consigo mismo por grados
cada vez más altos y dimensiones siempre nuevas, hasta comprenderse y poseerse
íntegramente en el hombre".
Conocimiento y aprehensión.
De la obra "Les principes d´une
métaphysique de la connaissance", de Nicolai Hartmann.
"Análisis del fenómeno del
conocimiento (Fenomenología del conocimiento).
a) El fenómeno fundamental de la
"aprehensión".
1) En todo conocimiento se
encuentran frente a frente, un "cognoscente" y un
"conocido", un sujeto y un objeto. La relación que existe entre ambos
es el conocimiento mismo. La oposición de los dos términos no puede ser
suprimida; esta oposición significa que los dos términos están originariamente
separados el uno del otro, trascendentes el uno con relación al otro.
2) Los dos términos de la relación
no pueden ser separados sin dejar de ser sujeto y objeto. El sujeto sólo es
sujeto con relación a un objeto y el objeto sólo es objeto con relación a un
sujeto. Cada uno de ellos es lo que es, sólo en relación con el otro. Ambos se
hallan vinculados entre sí en estrecha relación: se condicionan recíprocamente.
Su relación es una correlación.
3) La relación constitutiva del
conocimiento es doble, pero no es reversible. El hecho de desempeñar el papel
de sujeto con relación a un objeto es distinto del hecho de desempeñar el papel
de objeto con relación a un sujeto. En el interior de la correlación, sujeto y
objeto no son intercambiables; su función es esencialmente diferente. Existen
entonces, en el interior de esta correlación, dos relaciones cualitativamente
diferentes, que sin duda se hallan estrechamente unidas, que no pueden ser
separadas, que son las dos fases de una sola relación fundamental, pero que sin
embargo, consideradas por separado, tienen cada una un sentido enteramente
único y no cambian nunca de dirección.
4) La función del sujeto consiste en
captar el objeto, la del objeto en poder ser captado por el sujeto y serlo
efectivamente.
5) Considerada desde el sujeto, esta
"aprehensión" puede ser descrita como una salida del sujeto fuera de
su propia esfera y como una incursión en la esfera del objeto, la cual es para
el sujeto trascendente y heterogéneo. El sujeto capta las determinaciones del
objeto y al captarlas, las introduce, las hace entrar, en su propia esfera.
6) El sujeto sólo puede captar las
propiedades del objeto fuera de sí mismo porque la oposición del sujeto y del
objeto no desaparece en la unión que el acto de conocimiento establece entre
ellos; ella es indestructible. La conciencia de esta oposición es un aspecto
esencial de la conciencia del objeto. El objeto, aún cuando es captado, sigue
siendo para el sujeto algo exterior; es siempre "el objeto".
El sujeto no puede captar el objeto
sin salir de sí (sin trascenderse); pero no puede tomar conciencia de lo que es
captado, sin volver a entrar en sí, sin volverse a hallar en su propia esfera.
El conocimiento se realiza entonces por así decir en tres tiempos: el sujeto
sale de sí, está fuera de sí y vuelve a entrar finalmente en sí.
7) El hecho de que el sujeto sale de
sí para captar el objeto no cambia nada en este último. El objeto no se vuelve
por lo tanto inmanente. Las características del objeto, bien que sean
aprehendidas y como introducidas en la esfera del sujeto, no son sin embargo
desplazadas. Captar el objeto no significa hacerlo entrar en el sujeto, sino
reproducir en éste las determinaciones del objeto en una construcción que
tendrá un contenido idéntico al del objeto. Esta construcción obrada en el
conocimiento, es la "imagen" del objeto. El objeto no es entonces
modificado por el sujeto, pero sí el sujeto por el objeto. Sólo en el sujeto
algo es cambiado por el acto del conocimiento. En el objeto nada nuevo es
creado; pero en el sujeto nace la conciencia del objeto, con su contenido, la
imagen del objeto".
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